En 1972, el Estado de Chile adhirió formalmente al estatuto de la ONU sobre los refugiados en el mundo. Fue casi como una premonición de lo que acontecería un año después, con el golpe de Estado y el posterior exilio de miles de compatriotas. Hoy, cuando las heridas de nuestro pasado reciente aún no cierran por completo y la bonanza económica nos ha hecho olvidar esa solidaridad de la cual tanto nos ufanamos, enfrentamos la realidad de miles de desplazados de todo el mundo. Más de 30 conflictos, de diferente intensidad y características, han obligado a millones de personas a huir de sus países de origen. Sólo a Chile han llegado alrededor de 1.500 personas, de diferentes nacionalidades, en busca de una nueva oportunidad, aunque la mayoría se han encontrado con una dura realidad: el racismo, la burocracia y la falta de oportunidades de trabajo hacen su existencia aún más dura. Este trabajo de investigación fotográfica es una pequeña ventana a esos mundos que, desde tierras lejanas, se han instalado en nuestro país. Sin importar credos, colores y culturas, se comienza a generar una nueva idiosincrasia, una nueva mezcla que, tarde o temprano, se hará parte de esta tierra y su gente. LND
(*) Este trabajo de investigación está siendo realizado con el apoyo de la Fundación Avina